Deshidratación en la tercera edad
No hace falta explicar que la deshidratación en la tercera edad es un factor de riesgo especial durante todos los meses del año, pero especialmente en los meses calurosos.
No solo hay que beber cuando se tiene sed, pues el cuerpo es listo y nos alerta cuando necesita ingesta de líquido (como cuando hacer calor o hacemos deporte).
Si cuando somos jóvenes ya tenemos sensaciones de cansancio por no haber bebido agua, imaginemos las sensaciones y estado corporal por el mismo hecho en un anciano, y no hablamos solo de sensaciones sino de estado de auténtico peligro por el efecto de la deshidratación, ya que sus reservas hídricas son menores.
Nuestra/os auxiliares ponen especial cuidado en evitar la deshidratación en la tercera edad, que son la mayor parte de nuestros pacientes, y, para ello, actúan ante el menor síntoma que de indicio de ello, como cansancio, dolor de cabeza, estreñimiento, disminución de la frecuencia en orinar, etc.
¿A qué llamamos deshidratación? Tal como leemos en Wikipedia, la deshidratación “es la alteración o falta de agua y sales minerales en el plasma de un cuerpo, también se puede definir como la pérdida de agua corporal por encima del 3 %”. O sea, el porcentaje de peso perdido en porcentaje del líquido corporal normal.
Si ese porcentaje pasa, aproximadamente, del 7%, la situación se vuelve grave, apareciendo síntomas claros de peligro, como los mareos, subida de la temperatura, y de la frecuencia cardiaca, problemas para respirar, etc. Evidentemente, porcentajes mayores de deshidratación pueden conducir a resultados fatales en el organismo.
Hay que tener en cuenta también la rapidez con que se produce esa pérdida: si es lenta damos una oportunidad al cuerpo de alertarnos y recuperar así el nivel de líquido; si es rápida aparecerán síntomas más graves y se requerirá hospitalización de urgencia.
¿Cuánto líquido hay que ingerir al día? Oímos siempre que, más o menos, para la tercera edad es recomendable ingerir 2 litros diarios (hablamos de ingerir líquido, no de beber agua. La sopa es ingerir líquido, y una alimentación rica en frutas y verduras que contengan agua añadirá parte a ese porcentaje necesario).
De todas formas, la necesidad real de ingestión de líquido varía con la situación personal de cada caso:
• Hay que tener en cuenta el esfuerzo físico adicional que un anciano en mejor forma pudiera hacer.
• Hay que considerar si un anciano tiene infección urinaria, pues entonces siempre se recomienda ver más agua.
• Si se pierden líquido habrá que regular o evitar el consumo de bebidas diuréticas como el café, y también alcohol o refrescos azucarados.
Nuestra/os auxiliares conocen a sus pacientes, y entre ellos siempre hay alguien que es reticente a beber líquido para luego no tener que levantarse por la noche. Dentro de la política de cariño y comprensión por los pacientes que tiene Esther Armero, nuestra/os auxiliares saben motivar al paciente, sin forzar ni obligarle, a que beban el agua que necesitan, aprovechando los gustos del paciente, o bien animando a que tomen más líquido en el momento de tomar su medicación.
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